Newsletter enero-diciembre 2018

Corren buenos tiempos en el Báltico. Con crecimientos de entre el 3% y el 4% previstos para 2018 y 2019, una inflación moderada y la deuda pública más baja de la zona euro, muchos hablan ya de una Edad de Oro para Lituania, Letonia y Estonia.

Su buen desempeño reciente ha atraído aún más si cabe el interés de las empresas españolas, con al menos tres misiones comerciales previstas para 2019. El desempleo ha dejado ya muy atrás las grises cifras de 2009 y los salarios crecen a un ritmo que casi triplica la inflación, cada vez más cerca del poder adquisitivo de Europa Central.

Efecto y consecuencia de su consolidación macroeconómica es la reciente reversión de su mayor problema: el demográfico. La migración en Estonia no solo ha sido netamente positiva durante los últimos tres años, sino que en 2018, por primera vez, lo ha sido también con el resto de la UE, hasta el punto de que sus tasas de crecimiento de población son ya superiores al promedio de la zona euro. Incluso Lituania, para la que ciertos analistas preveían un colapso demográfico en menos de un siglo, ha registrado saldos migratorios positivos en el último año, en lo que se ha convertido en un gran logro de su historia reciente.

Los países bálticos, como economías abiertas, se están beneficiando además del auge cíclico en el comercio y el crecimiento mundiales, con una previsión global del 3,9% para 2019 y del 2,7% para la zona euro. El auge internacional de la manufactura alimenta la demanda de exportación de las industrias bálticas, lo que ha llevado a un nuevo ciclo de inversión en maquinaria, construcción, alimentación, energía y transporte (alimentado este por el proyecto Rail Baltica, que integrará plenamente a los bálticos en la red ferroviaria europea).

 

Los mayores riesgos a medio plazo, cuya evolución habrá que estudiar en 2019, vienen representados por la guerra comercial y la subida de los tipos de interés de EE.UU. (de la que los bálticos se hayan, no obstante, relativamente protegidos gracias al paraguas del euro), las posibles perturbaciones en el marco de la UE (crecimiento lento y deuda elevada de Italia, depreciación de las monedas nórdicas) y el llamado ‘Brexit’ (que podría traer complicaciones por la disminución de fondos regionales de la UE y la disminución de la demanda a Alemania de piezas para vehículos y electrónica, cuya producción se subcontrata frecuentemente en bálticos).

La subida de los precios del petróleo desde 2016 ha ayudado a Rusia a sostener una economía que acusó seriamente su caída desde el verano de 2014. La corrección de precios de finales de 2018 ha afectado al rublo pero, salvo que se revele más acusada, no aventura consecuencias insalvables. Su buen nivel de reservas (461.000 millones de dólares), bajos niveles de deuda externa (29% del PIB) y superávit en balanza comercial sitúan bien al gigante euroasiático para absorber posibles nuevos golpes externos. Su retorno al crecimiento económico en 2017 se ha consolidado, pero con cifras todavía modestas (se espera un 1,8% interanual entre 2018 y 2010).

Aunque desde 2014 Rusia se ha esforzado en incrementar la diversificación de sus exportaciones, la realidad es que en 2017 petróleo y gas todavía suponían el 59% del total.

En cualquier caso, de cara a los próximos años, el Gobierno ruso se ha propuesto alcanzar los siguientes 3 objetivos:

1. Reducir la pobreza a la mitad en 2024, hasta un 6,6%: el incremento de los salarios reales en un marco de baja inflación ha reducido el número de pobres en unos 2 millones en 2018, por lo que la tendencia es positiva incluso en un entorno de bajo crecimiento.
2. Mantener la estabilidad económica y presupuestaria: lo que dependerá de una mezcla de factores que Rusia no puede controlar (precios del petróleo y del gas), pero que sí pueden incentivarse con las reformas adecuadas (ya en marcha la mejora de los derechos de propiedad y de la infraestructura institucional, la renovación del mercado laboral o el incremento del IVA en dos puntos porcentuales a partir de 2019).
3. Doblar el crecimiento: en parte mediante medidas impopulares, como el retraso en la jubilación o el aumento de la inmigración, pero con la vista también puesta en la inversión en capital humano para atraer talento y mejorar la competitividad nacional.

Aunque estos objetivos puedan no alcanzarse plenamente, es muy positivo que Rusia trabaje en mejorar sus carencias para amortiguar su vulnerabilidad frente a factores que le son externos y relativamente incontrolables. Entretanto, sus grandes proyectos de infraestructuras seguirán impulsando la inversión pública y privada y creando grandes oportunidades para proveedores y licitantes extranjeros.

 

El crecimiento de Ucrania es más optimista (3,1% en 2018), pero hay que ponerlo en relación con su elevada inflación (un 9,5% en el mismo año). Para 2019 se espera un crecimiento similar (3%) y cierta corrección en el incremento interanual de precios (7,4%). Sus motores de crecimiento en 2018 han sido las buenas cosechas (la agricultura representa aún el 12-13% de su PIB) y la mayor demanda interna, debida a los mejores salarios y al mayor volumen de las remesas de emigrantes (a los que Polonia y, en menor medida, Lituania, han abierto sus puertas).

No obstante, la inversión se ha visto lastrada por los retrasos en reformas imprescindibles para modernizar el país y aliviarlo del yugo de la corrupción y la ineficiencia productiva y fiscal, así como por la expectativa ante las próximas elecciones generales (del 31 de marzo de 2019). A lo largo del año próximo los pronósticos de crecimiento dependerán de la aplicación de las reformas pendientes (pensiones, sanidad, educación, administración pública, privatizaciones, logística fluvial y ferroviaria) y del nuevo acuerdo de financiación con el FMI que, de implantarse con éxito, podrían elevar los incrementos del PIB al 4% en 2020.

El Banco Mundial defiende el potencial inmenso de Ucrania en exportaciones de alto valor añadido que, no obstante, sigue desaprovechado al centrarse todavía en metales, cereales y otros productos de escasa elaboración. Su infraestructura productiva está aún muy poco integrada en las cadenas de valor globales (5,7%, frente al 27% de Polonia o el 38% de Rumanía), por lo que si se apuesta con éxito por su capacidad durmiente, el país podría fácilmente desarrollarse hasta rozar los estándares europeos en la próxima década.

La situación actual de las economías nórdicas contempla el crecimiento de Noruega (2,2% esperado en 2019), alimentado por los mejores precios del crudo, después de un período de relativa debilidad, mientras que Suecia sufre la situación opuesta debido al debilitamiento de algunos de sus principales mercados de exportación y al mucho mayor gasto gubernamental para manejar su voluntariamente aceptada ola de inmigración. Su recalentamiento actual trae en buena parte causa de la artificialidad de su expansión económica desde 2016, inflada por el crecimiento masivo de la población inmigrante: la diferencia entre el crecimiento total en el producto interior bruto (3,2% en ese año) y per cápita (2%) no ha sido tan amplia desde los años 50.

Será la primera vez en más de media década que Suecia no liderará la liga de crecimiento de la región (con un 2%), aunque aún se expandirá a un ritmo ligeramente superior a Dinamarca (1,9%). Al respecto, os recomendamos nuestro nuevo artículo con consejos para negociar en la mayor economía escandinava: https://www.globalnegotiator.com/blog/como-hacer-negocios-en-suecia/.

 

En lo que respecta a Rusbáltika, la excelente coyuntura regional ha acelerado nuestro crecimiento, que este año ha llegado a superar el 50% respecto a 2017. Nuestra empresa ha desarrollado en 2018 unos 30 proyectos en países bálticos, Ucrania, Rusia, Polonia, Suecia, Noruega y Rumanía, para empresas principalmente españolas, pero también ucranianas, italianas y rusas, en sectores tan dispares como el de la peluquería, el vino, el envasado de alimentos, el azafrán, el aceite de oliva, las cajas fuertes, las sierras para la alimentación, el mueble, la lechuga, el café, las piezas de recambio para automóviles, la mecánica o el pienso para mascotas.

Entre otros hitos, en este año que concluye Rusbáltika ha conducido una misión comercial de empresas gallegas en países bálticos y Finlandia, coordinado la estrategia de publicidad en Rusia de una empresa extremeña volcada en el mercado de la aceituna, iniciado el registro de la filial de una compañía de biocombustibles aragonesa en Letonia o cerrado en un solo viaje un acuerdo de distribución en exclusiva entre un fabricante andaluz de cajas fuertes y el mayor distribuidor de su sector en Rusia.

2019 nos enfrentará a nuevos retos, con múltiples misiones comerciales que aprovecharán la magnífica situación económica actual en bálticos: la primera, de empresas asturianas, ha debido partirse en dos por excederse el número máximo de participantes. Le seguirán sendos proyectos similares, de empresas castellano-manchegas y gallegas, sin descuidar servicios ya confirmados de gran heterogeneidad en Estonia, Escandinavia, Rusia y Rumanía.

 

Esperamos poder seguir contando con vuestra confianza, sin la que nuestro esfuerzo sería baldío. En Rusbáltika, como bien sabéis, tenéis a un grupo de asesores siempre dispuesto a sacrificarse y entregar todos sus recursos para el buen fin de vuestros proyectos.

¡Saludos cordiales y un magnífico año nuevo 2019!

 

José Mª Rodríguez Clemente

Managing Director & Partner / Northern and Eastern Europe Area Manager

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